Un rato
contento, un poco triste después. Por donde sea que pegue el viento. Sientes
que se apago el Woodstock de tu corazón.
Con su espíritu con llagas, podría levantarte un imperio de
delirio y aun en ese estado mirarte con los ojos fijos. Desestabilizarte.
Ignorando que adentro debe estar gestándose una guerra, un circo, una anarquía
y todo en simultáneo.
Es jugar con fuego, es lamer del filo. Es caminar sobre una cuerda
demasiado delgada.
(Pierde la cordura! Apología del delirio...)
Siempre pasa eso después, sale corriendo tu cabeza, dejando tu
cuerpo inerte tirado aquí en la mesa.
El viento te pega en proa. Solo después ves las sutilezas, cuando
estas cara a cara con el suelo, sacando tu parte con más coraje. Y ahí estas de
vuelta pegando manotazos al aire, sin nada a que aferrarte.
Vas por así con los brazos caídos, volviendo de tu guerra
malherido. Y cuesta tanto hacerte sonreír.
Te sientes otra vez un fugitivo. Te das cuenta que perdiste todas
aquellas veces que creíste haber ganado.
Deja ya ese eje imperfecto, ese punto vacio donde perdes el
control.
Si pasan las horas, si para la lluvia, si pasa este tren. Cual sea
tu duda también pasara.